viernes, 19 de agosto de 2016

Olfato perruno: la tarea del traductor

En esta ocasión, Teresa Duran, autora, ilustradora, profesora y especialista LIJ, relata algunas anécdotas en torno a su trabajo como traductora de Animales domésticos (Les animaux domestiques en francés), del escritor e ilustrador francés Jean Lecointre


Bueno -si hay que confesar la verdad- la traducción de Animales domésticos, de Jean Lecointre, empezó de un modo muy sosegado y apacible. Y es que siempre que puedo, antes de Navidad, me apetece viajar hasta París para visitar el Salon du Livre de Jeunesse (Salón del Libro Juvenil) de Montreuil. Y para allí me fui en el año 2008. Deambulando y deambulando por sus pasillos abarrotados de niños, iba agudizando mi más inquisitiva mirada de halcón para ver qué había de nuevo en el mercado que pudiese enriquecer mi colección casera. Mi olfato perruno me llevó hasta el stand de las ediciones de Thierry Magnier, parada obligatoria y de donde salgo siempre más cargada que un burro. Allí me topé con un libro que tenía una estética insólita dentro de la LIJ, como de fotonovela coloreada, cosa que me hizo ronronear golosamente. 


Sin ni siquiera leerlo ni atender a recomendación alguna, gatunamente me lo compré. Aquella misma noche me lo leí y me tronché. De vuelta a casa se lo mostré y leí a mis compinches de la pandilla de mosqueadas forofas del libro álbum de mi Facultad; se rieron y se lo compraron en Amazon. Cuando al cabo de unos meses vinieron los editores de Ediciones Ekaré a cenar en casa -¿de qué íbamos a hablar si no de libros?- les saqué los que más me gustaban de mi biblioteca, entre los cuales estaba Les animaux domestiques. Yo se lo iba traduciendo a lo bestia, en directo y sin red, al buen tuntún. Irene Savino, directora de arte de Ekaré, se fascinó por su estética, y yo pude explicarle que el autor, de quien yo ya había buscado datos en internet, se trataba de un artista digital de mucho prestigio, pero no pude acabar con mi pedante y marrullera explicación, porque Carmen Diana Dearden, presidenta de Ekaré, se estaba regodeando de lo lindo con la aventura de los señores Archibald, y no me dejó ni acabar aquella improvisada traducción porque sentenció: "¡Hay que publicarlo en Ekaré!", de lo que el editor Pablo Larraguibel tomó buena nota, porque al cabo de un tiempo me llamó para decirme que ya tenían los derechos y que confiaban en que yo quisiera traducirlo al español y al catalán. Dije que sí. Y lo hice con sumo placer y alguna que otra duda o sorpresa lingüística.  


¡Anda que no le dimos vueltas a lo de publicar o no el nombre científico real del último personaje que aparece en escena! Aparentemente es una polilla, pero no. El nombre español exacto y científico del insecto reproducido es mariposón, lo que en algunas latitudes hispanas suena casi como un insulto. Y como por añadidura, en el texto en francés, al tal nombre le sucede el adjetivo nocturno. El resultado subía enormemente el tono del relato, lo que me hacía dudar. Fue Carmen Diana Dearden quien dirimió la cuestión dando luz verde al resultado. Y me alegré. Casualidades así añaden sal y pimienta a la tarea de traducir. 


En Animales domésticos hay epígrafes en catalán que destilan una gracia y un humor que no se obtienen en la versión española, y viceversa, como en el caso del mariposón nocturno. Cosas de la vida…


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