viernes, 3 de junio de 2016

Un aire de libertad: entrevista a Icinori

Icinori es una pareja de diseñadores integrada por Mayumi Otero y Raphael Urwiller. Sus libros se caracterizan por un tratamiento inconfundible de la imagen, el color y la composición. En 2014, Ediciones Ekaré publicó en español Issun Bôshi, basado en un cuento popular japonés. En 2012, Michel Lagarde entrevistó al dúo en París. Hemos rescatado y traducido algunos fragmentos de la entrevista.



¿Pueden presentarse y hablar de su trabajo como editores e ilustradores?

Apasionados por las imágenes, el grabado y el diseño contemporáneo, empezamos a diseñar para la prensa, luego comenzamos la edición independiente de libros para niños y jóvenes. Icinori fue creado en un momento en el que nos sentíamos asfixiados en clases, sin terminar ningún proyecto. De esta manera, nos lanzamos a la edición experimental para probar la calidad de nuestras imágenes, cuestionar el libro como objeto y experimentar la unión triangular entre el diseño, el papel y el color. 



La serigrafía se impuso como un medio de formación imprescindible, a falta de una máquina offset a la mano. Icinori se transformó en algo complementario a nuestro trabajo por encargos. Aquí tenemos un aire de libertad total, es nuestro espacio de búsqueda independiente. Icinori nos permite inventar nuevas soluciones y aplicar estos hallazgos en otros proyectos. Muchas veces estos trabajos resultan gratificantes.



Sus primeras ilustraciones aparecen en la revista Le Tigre, y también en las revistas XXI, DADA, Forbes, Wired y Nowbrow. ¿Cuáles son sus fuentes de inspiración?

Amamos hurgar en la historia de las imágenes modernas y antiguas, también en el arte popular, sin olvidar el arte contemporáneo. Adoramos, obviamente, a Pierre La Police, Tom de Pékin, Killoffer, Wagenbreth, Hagelberg, pero tratamos de ampliar al máximo nuestros aires de inspiración, fuera de los campos de la ilustración contemporánea.




Desde los grandes grabados de Goya a Durero, pasando por David Hockney y Kuniyoshi, el renacimiento florentino, de Gozzolli a Della Francesca, los cartelistas pop japoneses: Yokoo Tadanori o Shigeo Fukuda, la prensa gráfica militante, de Raw a Garo y, en mayor escala, Tomi Ungerer, Saul Steinberg, Jossot, Bazooka, Doré, Shrigley, Tony Cragg, Maurizio Cattelan, Superstudio y Archizoom, Bukowsky y Beckett, los hermanos Chapman, los tapices del siglo XVIII, el arte en bruto chino, etc. Siempre tratamos, para cada nuevo trabajo, conciliar los antagonismos de nuestras referencias: invocar el constructivismo ruso e intentar hacerlo dialogar con los grabados barrocos del siglo XIX, tirar la escultura pop de los años setenta contra las estampas japonesas… La gimnasia gráfica es fastidiosa a veces, pero resulta muy emocionante.


Ustedes realizaron sus estudios en las Artes Decorativas de Strasbourg, cuna de muchos talentos. ¿Cuáles han sido las principales enseñanzas para su carrera de autores?

Nos dedicábamos a los workshops paralelos, propuestos por los profesores de arte, para explotar el máximo potencial y que, lamentablemente, en una escuela con acceso a los talleres y una gran variedad de formación, había sido olvidado, incluyendo los proyectos de edición de libros. La enseñanza de la ilustración era a veces muy limitada. Tratábamos de alimentarnos de otras fuentes, de otras prácticas, de otras reflexiones, y expandir nuestro territorio de inspiración, más allá de lo contemporáneo y de las ilustraciones. Nos dejamos llevar por una intensa voluntad de desarrollar un trabajo de autor, independiente y singular. Después de tener ciertas dudas, en si seguir un camino más orientado al arte, escogimos la ilustración por la pasión que sentimos hacia las imágenes impresas y la narración, por el gusto de la creación basada en el diálogo.



Entrevista tomada de la web de Michel Lagarde.

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