domingo, 9 de junio de 2013

Sin heterónimos: Eugenio Montejo por Pez Linterna



Viajar a Puerto Malo puede ser toda una aventura: subir a la lancha, defender la gorra del poderoso viento y tratar de descubrir rastros de tinta en el agua. Cuenta una leyenda que bajo el mar se esconde la obra de Eduardo Polo, uno de los colígrafos más importantes de Blas Coll. Polo era tan talentoso que la gente del pueblo lo llamaba “el mago”, por su increíble capacidad de rimar, jugar con las palabras y construir un particular ritmo poético. Y fue el ritmo lo que lo llevó a buscar la música en otro país del Caribe. Pero también existen muchas teorías sobre Eduardo Polo, y una de ellas cuenta el día en que Blas Coll lo conoció en una plaza junto a Tomás Linden y Sergio Sandoval. Algunos dicen que tomaban café, otros que compartían una botella de guarapita de cacao, lo importante es que brindaban en nombre de su creador: Eugenio Montejo.

Premio Nacional de Literatura en Venezuela (1998) y Premio Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo (2004) son solo dos de los reconocimientos que preceden la obra de Eugenio Montejo, un poeta vital que sabe jugar con el lenguaje, como si caminara por una casa de espejos: quiebra, cambia, transforma y hasta crea identidades diferentes para algunas de sus obras literarias. Eduardo Polo fue uno de ellas, de quien, además, subraya una supuesta fama en Puerto Malo por anunciar en el periódico local: “Todavía no comprendemos que escribir para niños es algo perfectamente serio”. Polo existió en el genio poético de Montejo y sobrevive en los restos de una obra que recopiló Ediciones Ekaré en el 2004, en su colección Rimas y Adivinanzas. Chamario, como se titula el libro, proviene de una derivación de la palabra chamo, con la que involucra al niño como principal lector de estos poemas. 20 poemas que rompen con el sentido del lenguaje, se sobreponen al absurdo de sus composiciones, e invitan a apropiarse del lenguaje para descomponerlo… y así entenderlo. El lector juega y también siente o reflexiona con los temas que varían dentro del lirismo de los textos. Si a eso se le suma la compañía de las ilustraciones del Premio Nacional de Ilustración en España (2008), Arnal Ballester, obtienes un libro de doble dimensión: las poderosas imágenes poéticas se refuerzan con la abstracta y también humorística visión de las ilustraciones. Si Montejo (Polo) cuenta sobre una variación de animales, Ballester muestra una serpiente eterna sobre la que caminan estas variantes; es un libro ilustrado que invita, como el poema, a visitar la imagen, desmontarla y disfrutarla.

A casi diez años de la publicación de Chamario, Ekaré presentó en la librería Lugar Común, Caracas, su nuevo libro Disparate, un poema de Eugenio Montejo (ahora sin heterónimos) e ilustrado por Gerald Espinoza. En un homenaje a la obra poética de este autor, fallecido hace casi cinco años, se publica un poema llevado a un nivel de lectura distinto: el libro álbum. Gerald Espinoza, ilustrador venezolano conocido por sus obras Perro Picado, Los pollitos dicen, Gallo Gali Galo, ABCirco, entre otras, asume introducir una nueva historia dentro de este país imaginado por Montejo, en el que todo ocurre al revés. Un país de absurdos en el que un niño se lanza a la aventura de reencontrarse con uno de sus seres queridos. (...)

Este tránsito por lo disparatado, hace reflexionar sobre la construcción de la infancia en Montejo que estaba muy relacionada a su propia experiencia. En una entrevista para el blog Literaturas.com, Montejo contaba que “la infancia de quienes cuentan más o menos mi edad estuvo más cerca de los árboles, los animales, el campo. El muchacho de hoy, cuando no tiene la fortuna de salir a las aldeas, debe resignarse al mundo virtual, en el cual sólo conoce a los animales por imágenes. Digamos que este no es un fenómeno solamente venezolano; en nuestra época se tiende a ser más urbano en la medida en que se afirma la ciudad nueva. Y en esa misma medida se aleja también la posibilidad de la contemplación”. En Disparate, el álbum da pie a una contemplación distinta de este lenguaje poético: desde los detalles de las guardas hasta las imágenes plásticas y surreales, existe un rescate de esa infancia de la que Montejo habla, enmarcada en el viaje de un niño en la búsqueda de su mascota.
Eugenio Montejo es un poeta pilar, es una identidad y un imaginario. Introducir al niño a su lectura, sin el andamiaje de ser un gran nombre de la literatura, permite pensar sobre la lengua y ejercitar el músculo de la imaginación y la reflexión. Estos libros publicados por Ekaré mantienen vigente su obra infantil y hacen que sus palabras resistan al tiempo. O como diría el mismo Eduardo Polo, en el poema Cuando yo sea de Chamario: “Cuando no sea nada / sino sombra y humo, / guárdame en tu almohada / que yo la perfumo.”

Texto escrito por Freddy Gonçalves e Isabella Saturno como una colaboración de PezLinterna para el portal Prodavinci

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